A finales de la década de los setenta empezó a arraigarse la costumbre de que el mariscal de campo se arrodillara para dejar que el reloj avanzara segundo a segundo para terminar los partidos. No todos los equipos lo hacían hasta que en una ocasión los Gigantes de Nueva York perdieron un juego cuando su mariscal de campo entregó mal el balón al corredor. El balón fue recuperado por la defensiva para darle la vuelta al partido.
1978 marcó el primer año en el que cada equipo disputaría 16 partidos para tratar de avanzar a la postemporada. Los Gigantes de Nueva York eran dirigidos por John McVay y a pesar de que ganaron 5 de sus primeros ocho juegos, luego perdieron 7 de 8 para terminar con record de 6 ganados y 10 perdidos. En esa racha negativa la peor derrota para los Gigantes vino el 19 de noviembre cuando enfrentaban a las Águilas de Filadelfia. Los Gigantes venían de perder 3 juegos en fina y faltando unos cuantos segundos para la conclusión del partido tenían la ventaja de 17 a 12. Fue entonces cuando sucedió. En la que hubiera sido la última jugada del partido Joe Pisarcik el mariscal de campo de Nueva York, le entregó mal el balón a Larry Csonka quien había llegado de los Delfines de Miami en 1976. Csonka no pudo retener el balón y éste cayó al terreno de juego. En esquinero de las Águilas Herman Edwards recogió el ovoide y lo llevó hasta la zona de anotación para darle la vuelta al marcador mientras el reloj expiraba.
A partir de esa fecha, de la semana 12 de la temporada de 1978, si algún equipo va en ventaja y tiene posesión del balón sin importar la diferencia en el marcador, es de rigor que el mariscal de campo de arrodille.
Afortunadamente para Larry Csonka su trayectoria de 7 temporadas con los Delfines con los que terminó invicto en 1972 hizo que nadie recordara este incidente, mientras que para Pisarcik le abrió las puertas para ingresar a las Águilas de Filadelfia, quizá en 1980 (cuando fue contratado) le seguían agradecidos por esa mala entrega de balón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario